Los
Illuminati
Las
novelas históricas han puesto al descubierto los nombres de varias sociedades
secretas que durante años han estado ligadas con las leyendas, moviéndose entre
la realidad y la ficción de su influencia histórica en la política y la
sociedad. El simple nombre de Los illuminati, el Priorato de Sion, o el más
conocido de la Masonería, despiertan una curiosidad morbosa acerca de su origen
y de su verdadero poder, y, sobre todo, de hasta qué punto ambas siguen
existiendo en las sombras.
Si
“El código Da Vinci” o más tarde “Angeles y Demonios“, ambas de Dan Brown,
fueron quienes abrieron el camino para el descubrimiento de la verdad escondida
durante siglos, más tarde, otras, profundizaron en su estudio, y aunque la
mayoría cometieron errores históricos de auténtico bulto en pos de un mayor
éxito comercial, todas ellas supieron abrir las vías necesarias para intentar
resolver algunos enigmas.
Símbolo
de los Illuminati
Una
de estas sociedades secretas fue la de los Illuminati, cuya aparición se
encuentra documentada por primera vez el 1 de mayo de 1776, en Baviera
(Alemania). Aquel fin de siglo era el de la revolución cultural; el de la
Ilustración; el de las nuevas ideas y el futuro a punto de llegar. Ya años
antes, en el 1717, la masonería había surgido como respuesta a las reuniones de
ilustres que buscaban encontrar una ideología más moderna y adecuada al
progreso social y personal. Estas nuevas ideologías encontraron su abono en el
siglo XVIII durante el que el racionalismo se abrió paso por toda Europa, donde
incluso reyes europeos, como Federico II de Prusia, fueron masones.
Sin
embargo, la Iglesia Católica, temerosa de perder su poder político y económico,
luchaba abiertamente contra esas ideas de progreso y contra esas nuevas
sociedades secretas. En Baviera controlaban con mano de hierro el gobierno e
incluso la educación con la sóla idea de evitar que los niños se abrieran a
esas nuevas corrientes. La censura se imponía, y fue en esa situación de
tensiones internas, cuando poco a poco, en los círculos intelectuales comenzó a
fraguarse una nueva sociedad.
Adam
Weishaupt era uno de esos ilustrados que en un principio abrazó las ideas del
racionalismo y llegó a ingresar en la masonería. Sin embargo, Weishaupt era
mucho más radical que las ideas que propugnaban y pronto comenzó a destacarse y
desligarse. Como catedrático de Derecho Canónico en la Facultad de Ingolstadt
intentó inculcar sus ideas en sus propios alumnos lo que le ocasionó continuas
disputas con la Iglesia y con el propio Gobierno de Baviera.
El
1 de mayo de 1776 acabó fundando su propia sociedad a la que llamó la Orden de
los Perfectibilistas aunque finalmente acabó cambiándole el nombre por la de
los Illuminati. Sus pensamientos radicales postulaban que tanto la Iglesia como
los Gobiernos debían ser derrocados y para ello debían producirse Revoluciones
por todo el mundo. De ese modo aparecería una nueva sociedad menos servil y más
libre. Pero dada la radicalidad de sus ideas y del enfrentamiento con la
Iglesia, sus líderes debían esconderse bajo nombres falsos, que generalmente
eran de personajes antigüos. Así Weishaupt era conocido como Espartacus.
Su
programa era tan ambicioso y a priori inalcanzable, que en los primeros
momentos captaron pocos adeptos. No fue sino hasta la aparición en el año 1780
de Adolf Franz Friedrich, barón de Knigge, cuando Los Illuminati vivieron el
empujón que necesitaban. El barón simplemente se encargó de dotar de una
estructura organizativa mucho más factible y de unos estatutos y unos grados
iniciáticos que también han sido motivo de especulaciones a lo largo de los
siglos, con pruebas que se consideraban como diabólicas. El éxito fue tan
rápido que en poco tiempo tuvieron colaboradores por media Europa y entre ellos
famosos como Goethe o Herder, ambos escritores.
La
fama del barón de Knigge comenzó a ser tan fuerte que el propio Weishaupt
empezó a enfrentarse a él, viendo cómo perdía poder en una sociedad que él
mismo había creado. El año 1783 fue su mejor año, pero a cambio, las relaciones
internas ya no eran igual, y la desunión se había apoderado de ellos. El barón
acabó por marcharse y abandonar a los Illuminati al caracter despótico y
tiránico de Weishaupt.
En
1784, el Gobierno Bávaro y la Iglesia, conscientes del gran poder que estaba
atesorando el grupo, y de sus ideas anarquistas y peligrosas, acabó por
promulgar una serie de edictos contra todas las logias. En 1786 un registro a
la casa de Xavier Zwack, uno de sus cabecillas, puso al descubierto muchos de
sus archivos secretos e ideas. Finalmente, en su edicto del año 1787 se
castigaba a los Illuminati con la pena de muerte, mientras la Iglesia Católica
lanzó a su Inquisición tras ellos.
Prácticamente,
en apenas un año, habían conseguido acabar con los Illuminati. ¿Pero qué fue lo
que hizo que los Illuminati desaparecieran y, sin embargo, otros, como la
francmasonería continuara casi hasta nuestros tiempos? Sin duda alguna, su
radicalismo. Aquella redada en casa de Zwack puso al descubierto documentos que
horrorizaron al mundo, pues contemplaba una serie de acciones fatales
encaminadas a sembrar el caos y derrocar a todos los gobiernos posibles.
Desde
entonces, muchos actos terroristas y muchas situaciones históricas han sido
asignadas a los Illuminati, como la Revolución Rusa, el atentado de las Torres
Gemelas, o incluso el estallido de la Revolución Francesa. El propio Churchill
pensaba que Lenin era uno de esos Illuminati. Sin embargo, jamás ha habido
ninguna prueba concluyente de su implicación, y lo único cierto, es que jamás
se ha vuelto a encontrar documento alguno que los ligase a nada desde aquel año
de 1787. Sólo pruebas que podrían asociarse con ellos, como el curioso símbolo
del delta luminoso que aparece en los billetes de a dólar norteamericano, y que
curiosamente eran el símbolo que los Illuminati eligieron como señal de
identidad, la de la pirámides de 13 escalones, iluminada en su punta y con un ojo
en su interior.
La
Historia sólo nos cuenta que los Illuminati concluyeron con la muerte de
Weishaupt en el año 1830.
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